La retórica y las palabras no reflejan al corazón. Claramente nuestro presidente demuestra que el fondo de un discurso puede ser sólo una elucubración intelectual pero no una demostración de los principios que se llevan en el alma.

Hoy el periódico La Nación publicó un artículo sobre el discurso pronunciado por Oscar Arias en el seno de la ONU. Las críticas que hace Oscar Arias son correctas. Sin embargo, ¿cómo criticar la política de las potencias, si la potencia de Arias comete las mismas faltas al interior de nuestro país? Para muestra está el caso de crucitas, aprobado por decreto ejecutivo, con los demostrados daños irreparables de la minería a cielo abierto. Arias nos recuerda al anti-héroe Tartuffe, de la obra teatral de Molière.

No debemos confundirnos, a pesar de sus comentarios sobre el puesto de secretario general. Las intenciones son claras y el discurso iba en esa dirección, no es cierto que no existe interés en el puesto. ¿Cómo puede un pueblo que se aprecie elegir a un gobernante que aprecie más la "pasarela política internacional" que los problemas de fondo de la propia República que le dió el poder?